Susana Espinosa: propulsora del mural cerámico en Puerto Rico
El impulso que dio la destacada ceramista argentina Susana Espinosa, que hizo de Puerto Rico su hogar desde el 1968, al desarrollo de la cerámica en la integración del arte muralista es uno de sus grandes legados a las artes plásticas y la cultura puertorriqueña que debe permanecer vivo por siempre.
Tras su muerte el pasado jueves, a sus 89 años, el trabajo de Espinosa representa una huella indeleble en la escena plástica desde que llegó a la isla en la década de 1960, junto a su esposo el fenecido artista Bernardo Hogan. Ambos artistas argentinos junto a otros puertorriqueños como el arquitecto Jaime Suárez, elevaron el nivel, la apreciación y la visibilidad de la cerámica en las artes plásticas de la isla a través de proyectos como el desaparecido el taller Casa Candina, en Condado, y otras inciativas.
“Susana no fue la pionera, pero debe quedar claro que fue la que impulsó un desarrollo mucho mayor de la cerámica al consolidar el uso del mural cerámico. Susana la mayoría de sus piezas son murales en lugares públicos y privados. En términos del muralismo su obra es de las más importantes en Puerto Rico en el siglo XX”, afirmó Daniel Exposito, profesor de Historia del Arte en la UPR quien hizo su tesis doctoral sobre la historia de la cerámica contemporánea en Puerto Rico y fue a través de ese trabajo que conoció a la fenecida artista.
Exposito, natural de Sevilla en España y radicado hace nueve años en la isla, trabaja en la curaduría de la obra de Espinosa para presentar una retrospectiva para noviembre de este año. Los temblores y la pandemia retrasaron la exhibición que pudo haber visto en vida la artista, aunque ella estaba al tanto de los trabajos que se realizaban junto a su hija, la arquitecta Brígida Hogan.
Exposito destacó, a su vez, que Espinosa fue la primera ceramista con educación formal en el medio y eso le permitió aportar su conocimiento y darle una mirada distinta a los trabajos en cerámica a partir de la década de 1970 en la isla.
Una vez ella llega empieza a trabajar el barro y empieza a ofrecer una mirada muy distinta de la que se estaba dando en ese momento, quizás de carácter más tradicional. Y eso fue llevándola a presentarla con una formación sobresaliente en el ámbito colectivo de la cerámica. Ella y todos los que conformaron el grupo de artistas (del grupo Manos) desarrollaron la cerámica como un movimiento artístico y cultural a principio y mediados de los años 70 en Puerto Rico”, añadió Exposito.
El escritor José David Miranda, autor de un capítulo sobre cerámica en el libro “Puerto Rico: arte e identidad”, coincidió con Exposito sobre la visión y las aportaciones que Espinosa trajo a la isla a través de su arte.
Miranda consideraba a Espinosa una gran amiga y “más talentosa artista”. Destacó que Espinosa era maravillosa en la manipulación de la cerámica en los murales y el tema de la figuración de personas o animales presentes en sus piezas.
“Su obra es impresionante y maravillosa. Al nivel figurativo ella presentaba a los personajes en un matiz surrealista y los animales eran humanizados de cierta manera. Sus piezas hablan por sí solas”, mencionó Miranda.
Para el escritor, la labor pedagógica que hizo con el taller Casa Candina es irremplazable y debe ser recordada y emulada por otros artistas.
En 1977, Espinosa se unió al grupo Manos y en 1980 fundó —con Bernardo Hogan, Toni Hambleton y Jaime Suárez— Casa Candina, donde amplió su obra e impartió clases de cerámica.
En 1998 presentó la exposición “Susana Espinosa: cerámica 1982-1997″ en el Museo de Arte Contemporáneo de San Juan” y en el 2003 fue seleccionada para realizar su “Torre mural” como parte del Proyecto de Arte Público de Puerto Rico. Su obra más personal se centra en personajes cuasi mitológicos, realizados con técnica impecable.
Algunas de sus obras públicas fueron el mural de Bacardi en Cataño y otras de sus piezas están en el Museo de la Universidad del Turabo y en otras instituciones de arte en la isla.
Miranda resaltó que Espinosa creó un vínculo con Puerto Rico y con la juventud puertorriqueña que “pocos consiguen al llegar de otro país”.
“Ella amaba a Puerto Rico inmensamente y de manera genuina. Tenía una responsabilidad con guiar a la juventud puertorriqueña en las artes y tanto ella como su esposo Bernardo se dedicaron por completo al desarrollo de las artes en la isla”, acotó Miranda.
Sobre las exequias de la artista este medio se comunicó con el Instituto de Cultura Puertorriqueña, pero la institución no tenía información al respecto. Miranda tampoco tenía información sobre algún arreglo fúnebre.