Mano amiga desde Puerto Rico a los refugiados ucranianos
Como incontables personas en el mundo, Hank Holland, un inversionista estadounidense que vive en Puerto Rico hace tres años, vio desde la comodidad de su hogar las estremecedoras imágenes de los millones de desplazados por la invasión rusa a Ucrania. Le estremecieron, en especial, las interminables filas de mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidades, huyendo solos, ya que el gobierno ucraniano prohibió que hombres entre 18 y 60 años abandonen el país durante la guerra.
Sintió lo que muchos otros: el deseo de hacer algo para ayudar a aliviar la enorme crisis humanitaria en desarrollo en Europa a causa de los refugiados, que son ya el 27% de la población de Ucrania, con 5.3 millones que han salido del país y otros 7 millones desplazados dentro de sus fronteras. Pero, Holland, que vive aquí bajo los beneficios contributivos de la Ley 60, tiene lo que otros no, para poder ayudar: recursos.
“Como padre, sentí la motivación de hacer algo. Yo no tengo experiencia militar, ni en asistencia de desastres, ni trasfondo en inteligencia militar. Pero tengo recursos y pensé que podía ayudar con mis recursos”, dijo Holland, padre de cuatro hijos entre 30 y 16 años, en entrevista con este medio.
Poco después, Holland viajó a Polonia, el país vecino de Ucrania que ha recibido casi tres millones de los refugiados. Fue a informarse, a conversar con gente, sin ningún plan específico. Pero estando allá conoció a dos exmiembros de las fuerzas especiales británicas, con los que fundó Proyecto Apolo, una organización a través de la cual ha provisto seguridad para huir a decenas de ucranianos atrapados en las partes del país donde el conflicto es más cruento.
La organización arrancó con una aportación de $100,000 de Holland, con los que adquirió dos vehículos y equipo de protección. Después, recaudó $250,000 adicionales “a través de familiares y amigos”. Convencido de que el conflicto en Ucrania va para largo, Holland espera recaudar $1.5 millones para continuar operaciones.
“Hemos estado haciendo evacuaciones pequeñas”, dijo Holland, quien estima que, hasta el momento, Proyecto Apolo ha logrado viabilizar la evacuación de “docenas, no cientos”, de refugiados. Además de ayudarlos a salir, los ponen en contacto con organizaciones que pueden refugiarlos y ayudarlos a establecerse en otros países.

Igualmente, Proyecto Apolo, junto a la Iglesia Bautista, estableció en Lviv, la ciudad ucraniana más cerca de Polonia, un centro de ayuda a refugiados donde se les asiste, entre otras cosas, en la recuperación de sus documentos personales. En la actualidad, tiene ocho empleados, pero espera llegar a unas 24 con nuevos centros de atención que esperan abrir más al este de Ucrania, donde se concentran las hostilidades.
Una vez los refugiados están en contacto con organizaciones humanitarias, Proyecto Apolo trata de seguirles el rastro. “Los hemos motivado para que se mantengan en contacto con nosotros. En muchos casos, nos envían fotos”, dijo Holland.
Proyecto Apolo hace incursiones en ciudades bajo ataque ruso, de donde no es fácil salir para nadie. Pero confían en la experiencia militar de quienes dirigen las incursiones, para que lleguen a buen término. Hasta el momento, no han tenido percances. No llegan a las ciudades con nombres de personas específicas a las que vayan a buscar. Una vez en los sitios ofrecen, a quien quiera tomarlos, escapes seguros. “Son operaciones a pequeña escala, ayudando a personas vulnerables en áreas de alto riesgo con apoyo logístico”, sostuvo Holland.
A través de su vinculación en este esfuerzo, Holland, quien estudió ingeniería civil en su natal Texas, pero se ha dedicado por más de 30 años al mundo de las finanzas y dirige en este momento la firma de inversiones Pegasus Growth Capital, se ha expuesto a experiencias que jamás habría imaginado que iba a vivir.
Por ejemplo, estaba en Lviv el 26 de marzo, cuando dos misiles rusos impactaron las afueras de esa ciudad en momentos en que el presidente estadounidense Joe Biden daba un discurso en Varsovia, la capital polaca. Uno de los misiles impactó un depósito de combustible a unas tres millas de un centro comercial donde él estaba junto a un líder de la Iglesia Bautista, atendiendo situaciones relacionadas a refugiados.
“Estábamos en el centro comercial y viene un anuncio. Por supuesto, no entendimos que decía. Inmediatamente vemos que los empleados de las tiendas empiezan correr y bajar las cortinas. Eran como las 2:00 de la tarde. Todo el mundo fue escoltado a un garaje subterráneo. No hubo sirena y no sabíamos que había pasado. Cuando salimos del garaje y vamos subiendo la rampa, vemos la enorme espiral de humo”, contó.
“No tuve miedo. No hubo miedo. Fue surreal, porque lo que pensábamos era en regresar a la casa de seguridad (que era más cerca de la explosión). La ironía es que los niños estaban todos jugando, corriendo por los alrededores… están desensibilizados”, comentó.
Esa tarde, Rusia envió cuatro misiles más contra diferentes blancos en Lviv. Uno dirigido contra una torre de comunicaciones, falló; otros tres fueron interceptados en el aire por defensas ucranianas.
“He sido muy afortunado en mi vida y soy un gran creyente de que la felicidad se encuentra hallando un propósito en la vida. Les llevé osos de peluche a los niños. El momento en que lo hacía fue uno de los momentos más felices del mundo, a pesar de esta horrible situación. Cuando ves cosas como las que se ven allí, no es posible darle la espalda. No puedes sencillamente volver a tu casa y olvidarte. No quisiera que mis hijos vieran que su papá no hizo nada”, sostuvo Holland.